Renuncia

Renunciar, soltar, marcharse, dejar ir, suspirar... tomarse un café, mientras haces lo único que puedes hacer: aceptar.

Decidir es renunciar. Cada vez que eliges, estás dejando algo atrás. Aceptalo desde ya.

Pero hay algo que, al menos para mí, está claro: puedo renunciar a todo, absolutamente a todo… menos a mí.

Porque al final, cualquier cosa por la que hoy estés preocupado, enojado, triste o frustrado… no es tan importante.
Piénsalo.

Si sucede —o ya sucedió—, ¿qué te queda?


Nada.


El sol sigue saliendo.


De repente, te ríes.


Quizá sufres un rato… pero luego lo resuelves.
Y sigues.
Y vuelves.

Como este poema…

Hoy renuncie a ti, a ella y a él,

Hoy renuncie a mis metas, sueños y anhelos,

Hoy renuncie a lo que yo creo que soy, pero en realidad, no soy,

Hoy renuncie a mi apellido, mi herencia, mi familia, mi idioma, mi nacionalidad... he renunciado a todo lo que alguna vez dije "mío",

Hoy renuncie a mi personaje que quiere, necesita, desea, teme, habla, huye, perdona, se aferra, compite y no está presente,

Hoy renuncie a todo lo que soy y no soy,

Hoy, vida, ¡renuncio! Renuncio a renunciar, y en nombre de mi renuncia, ¡no renuncio a mí!

Next
Next

Filosofando sobre las emociones